jueves, 11 de junio de 2015

Microrelato - "La portadora" Energía eólica


Este es el microrelato de 100 palabras que presenté para el  IV Concurso de Microcuentos Eólicos 2015 - Aeeolica


La portadora

"El zorro se sacudió el sueño de encima y luego la animó a desperezarse con un lametón. El amanecer se abría paso entre las últimas volutas de una tormenta mientras el caparazón que los protegía de la intemperie se plegaba en su espalda hasta volverse invisible. Un indicador luminoso la interrumpió a medio bostezo: se estaba agotando la energía del contenedor. Sin malgastar un solo segundo, clavó con ímpetu el molino de viento en la tierra y observó cómo se desplegaba hasta arañar el cielo. Acarició esperanzada la semilla que protegía el contenedor y sonrió. La humanidad dependía de ella."

 Y como me quedé con las ganas de explicar un poco más, aquí tenéis el relato extendido y una ilustración en movimiento de "La portadora":

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El reflejo del sol sobre el lomo de su compañero de viaje incidió en sus ojos. El zorro azul se sacudió el sueño de encima y la animó a desperezarse con un lametazo. El amanecer se abría paso entre las últimas volutas de una tormenta de arena, iluminando un camino amarillo, árido e infinito, que le invitaba a dar lo mejor sí misma.

   Con un gesto de muñeca, el caparazón que les protegía se plegó hasta casi hacerse invisible en su espalda. Todo parecía ir según lo previsto hasta que un indicador luminoso la interrumpió a medio bostezo; se estaba agotando la energía del contenedor.

   Sin perder un segundo, palpó los bolsillos laterales de su vestimenta y extrajo un cilindro metálico de aspecto gastado. Acto seguido, lo clavó con fuerza en la arena y de él surgió un molino de viento que se desplegó hasta arañar el cielo.

   Sus aspas holográficas —un detalle puramente estético— empezaron a girar de forma hipnótica, transportándola a las descabelladas leyendas de caballeros con escudero que se escuchaban en los edificios de La Memoria. Mientras tanto, su Híbrido bailaba alrededor, haciendo brillar su pelaje metalizado al son de una voz lejana transportada por el viento.

   Acarició con suavidad la carcasa del contenedor y observó la frágil simiente que albergaba. Ya no cometería errores, pues sus antepasados ya los habían cometido todos. Portaba la sabiduría de miles de generaciones y eso sería lo que le permitiría adaptarse a las condiciones extremas de su destino.

   Plegó el molino, cerró la entrada de energía y salvaguardó la preciada semilla en su cazadora, estrechándola cerca de su corazón. Disponía de seis horas antes de la próxima tormenta, así que calculó la distancia que podría recorrer y se puso en marcha dejando atrás cualquier rastro de incertidumbre.

   Sus botas, antaño rojas y brillantes, levantaron nubes de polvo a cada paso; mimetizándola con el paisaje hasta convertirla en una ínfima partícula que viajaba siempre a contracorriente.



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